jueves, 6 de diciembre de 2007

El otro blog

Hará unos cuatro años empece un blog en el que decía muchas chorradas. Con el paso de los dias se me acabaron las chorradas que contar y empece a hablar de cosas mas trascendentales. Para mi esto fue lo mas importante que escribí en ese tiempo y ahora lo rescato de para poder leerlo cuando quiera, para tenerlo presente, para añorar a felicidad.


UNA VEZ ESTUVE ENAMORADO

Pues sí, es verdad y lo tengo que reconocer. Me enamoré de (la que para mí es) la mujer más guapa que jamás he visto. Fue una cosa rara.

Estaba yo hablando con una amiga de las que serían nuestras parejas ideales, pasó mi amor por allí y la dije que esa chica y yo seríamos la pareja perfecta. Pero resulta que todavía no la conocía.

Poco tiempo después me la encontré (mi amor), sola ella y solo yo, en un gran vestíbulo que había en la universidad. Yo llegaba pronto a la universidad, porque con el transporte que utilizaba por aquel entonces o llegaba una hora antes de tiempo, o perdía la primera hora de clase y casi la segunda (putos autobuses). Después de tomarme el cafecito de rigor en la cafetería del campus llegué al mencionado vestíbulo, y en vez de estar allí solo, como era lo habitual, me encontraba a solas con la que todavía hoy es la mujer de mis sueños.

Menuda oportunidad, no podía dejar escapar. Pero que hacer estaba en blanco, estaba nervioso, necesitaba fumar... Pero sin fuego no se puede fumar. Así que con la escusa más barata con que alguien se pueda acercar hacia quien le gusta, le pedí solamente un poquito de fuego (para el cigarro). Ante mi sorpresa ella sí fumaba, pero no podía porque no tenía mecherito.

Menuda gracia vernos a los dos allí solos, sentados en un banco y con un cigarro cada uno que no podíamos fumar. Paso el tiempo, y al rato quien pasó fue un amigo suyo que le dió fuego, y a mi también. Nos conocimos un poco, hablamos de varias tonterías (los dos somos así nos gusta hablar sin transcendencia), y llegó la hora de ir a clase.

Sabeis, nos gustamos, lo sé, ella a mí me gustó, y yo a ella...

A la mañana siguiente, en el camino desde la estación hasta la universidad deseaba que estuviera (mi amor) de nuevo allí, viendo un tablón de anuncios, con un cigarrillo en la mano esperando a que alguien les de fuego. Pero era demasiado soñar.Llegué a la puerta y cogí el camino de la izquierda. Frente a la puerta de la cafetería no pude más, era demasiado para mí necesitaba un café.

Al llegar al vestíbulo allí estaba, sentada en el banco, como esperando . Me senté a su lado sin decir nada, quería estar seguro, me arriesgué y en aquel momento lo supe. Me habló, ella habló primero, y lo hizo como si me conociera de toda la vida y hablé, hablé como si la amara de toda la vida.

A la media hora tuvimos que ir a clase, y esta vez la acompañé, fui con ella, al fin y al cabo teníamos las mismas asignaturas.


Lo curioso de esto es que no lo ví venir, y nadie me lo avisó. Pero esto no viene aquí, es de más adelante.

Pasando los días nos íbamos acercando cada vez más, y es que yo iba a clase solo para sentarme a su lado y poder hablarle (a veces) al oído.

Con las notas del primer cuatrimestre vino la decepción, yo aprobé pocas pero ella aprobó menos. Y eso para mí eran temores, quería estar con ella a todas horas, pero si suspendía y yo aprobaba no sería así. Lo pasé muy mal esos días.En el siguiente parcial algo tendría que hacer.

Este segundo parcial tenía que ser el definitivo, de todas todas, y tenía mi oportunidad. Teníamos dos asignatura comunes que eramos los únicos conocidos en la clase, de las 10 personas que nos juntábamos en ellas cada día sólo nos conocíamos mutuamente. Y allí fue donde tras dos mese de insistir me lo dijo como si nada.

La primera vez que nos separamos apenas fue traumático (para mí), nos conocíamos poco, un mes escaso, y pensar tras la barra de un bar no resultaba fácil. La segunda, durante el periodo de exámenes, no fue tal. Buscaba excusas, cualquier cosa valía menos pedir fuego, para ir a verla. Lo malo vino en la tercera. Yo lo tenía ya todo preparado, faltaba poco y nada me hacía sospechar, nada.

Un buen día apareció en escena un tal... Gustavo. No era nadie, pero aparecía en sus conversaciones casi sin sentido. Y yo como si nada me lancé:

- Tú lo que necesitas es alguien que te quiera bien.
- Bueno, sí, ...
- Alguien como...
- ... tienes razón , últimamente no me quiere mucho.
- ¿Quiere? ¿quién?
- Gustavo, es que ...

No quise oír más. Durante más de cinco meses no había nombrado a nadie, no me lo dijo. Y ahora ya no quería que dijera nada más, y no podía dejar de oírla.

Me sentía defraudado, me había contado millones de cosas sobre su vida, casi lo sabía todo y resulta que nunca supe nada. ¿ Como durante cinco meses no lo nombró y salió en una conversación de repente? Quise enfadarme mucho, quise ser malo con ella, pero no podía dejar de pensar que todavía tenía oportunidades, y que nunca jamás podría odiarla.

Cuando nos despedimos por las vacaciones de semana santa, supe que después ya nada sería lo mismo, y así fue. A la vuelta estaba distante, esquiva y, sobre todo, callada, silenciosa. No pregunte por qué, y ni en clase era lo mismo. Nunca volvió a ser igual, y este cambio sí que fue el que me hizo daño.

En un mes, para los finales, no quería ir a encontrarla. Ya no buscaba excusas para buscarla, ya no. Y lo peor de todo en septiembre volvería a verla, y la vi, más guapa que nunca, preciosa. Al final yo suspendí más que ella y el año siguiente no pude más que mirarla a lo lejos, levantando una mano para saludar.

No íbamos juntos a clase, y en las asignaturas comunes trataba de esquivarla, e incluso en la biblioteca. Porque sí, ese año fue el primero de mis años de estudiar, iba a todas las clases y mi tiempo libre lo dedicaba a la biblioteca y a estudiar.

Un año estuve intentando evitarla, todavía no sé por qué oscura razón, pero no siempre esto fue posible. Porque ella me añoraba, y no podía evitar de vez en cuando correr detrás de mí para contarme alguna de sus cositas. Como cuando me explicó el famoso método de la “a”, para resolver no se qué problema, y me ayudó fervientemente a superar una asignatura atrancada.

Ya nada era lo mismo, ella era ella (a veces) y sin embargo no me hablaba igual. Antes no me miraba desafiante directamente a la cara , antes eran movimientos tímidos y ligeros con una sonrisa siempre y con un algo...

Hace ya ocho meses que no la veo y no me la puedo imaginar. Ya no la veo, no la recuerdo . No. Hace ya ocho meses que no la veo.

Ahora esos ocho meses se han convertido en casi 4 años, y la sigo echando de menos. Mi excesiva timidez no ha hecho otra cosa que joderme la vida.

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